lunes, 26 de octubre de 2009

Colores en lo gris

Rojo, negro y blanco, eran los colores que aparecían dentro de su uña al presionar el pulgar contra el índice; luego se fundía a un rosa muy tenue... Rojo, negro y blanco... Rosa. Rojo, negro y blanco... Rosa.
No pensaba que la sangre fuese tan viscosa y ni hablar del penetrante olor a hierro. Pero aún, la presión de sus dedos lo tenía más entretenido.
Cerca de él había voces, gringos llegan a acuerdos, maldiciéndolo, pensando en voz alta. No tenía idea, escuchaba cosas como 'We're waiting for all the team, this motherfucker can not speak english. Another fuckin' mexican', pero no entendía nada. Volteó a su alrededor y todo era gris, más allá de lo miserable que era su vida, los colores del cuarto en donde lo tenían, combinaban a la perfección con el casi-negro de su amargo dolor. Gris. Rojo, negro y blanco... Rosa. Preferible ver la nitidez en sus manos.

Minutos después llegó el que se presentó como traductor; un hombre menudo, de unos 55 años y con bigote bien recortado al estilo Hitler, pero más alargado. Vestía un traje café a juego con la corbata de puntos beige que le colgaba del cuello, bastante curiosa para la situación. Su cabello era negro como el azabache y los zapatos del mismo color, brillaban más que el sol de mediodía que quemaba todo Las Vegas afuera de la estación.

- Hola, soy el traductor, mi nombre es Cirpiano Gómez. ¿Tú cómo te llamas? - Dijo el hombre luego de intercambiar algunas palabras con los policías.

- Esteban... Esteban Salazar... Yo no la maté ¿sabe? No sé por qué me tienen aquí.

- Bueno, ya sabes, burocracia hijo. Te ves joven, ¿qué edad tienes?

- 21, es la primera vez que vengo al otro lado, no me interesa, ni busco trabajo, sólo estaba buscando a Sandra.

Un policía con todo el estereotipo del americano sin chiste gritó algo: 'Enough with the talking, we want to know if he did kill her'. Ciprinao desvió la mirada que tenía clavada en Esteban y se dirigió al policía; le dijo que primero tenía que ganárselo, de otra manera, nunca confesaría. Se produjo un silencio incómodo que inundó la habitación unos segundos, era tan espeso, que el único ruido interrumpiendo el ambiente era el splash que producían los dedos de Esteban al jugar acompasadamente con la sangre.

- Muy bien, hijo, recapitulemos- dijo Cipriano tomando entre sus manos el pequeño expediente que tomó de la mesa. - Tú estabas en el baño del Caesars Palace cuando los policías recibieron la notificación de que se escuchaban gritos. Ellos llegaron y te encontraron ahí, al lado del cuerpo de Sandra Equivel, palpando su frente y jugando con la sangre. ¿Es verdad?

- Sí... Pe...

Cuando Esteban se disponía a decir algo, un detective sin más chiste que una placa gigante en el pecho, interrumpió la conversación abriendo la puerta. 'We've talked with his folks, they've got important information, c'mon'.
Esteban no entendió nada, sólo supo que lo estaban dejando solo. Sabía que estaba vigilado, pues no era posible que lo dejaran ahí sin más seguridad que las esposas lastimando sus muñecas.
Poco menos de 6 minutos después, regresaron los 4 policías que lo custodiaban, Cipriano, el detective, y una mujer de mediana edad con mirada compasiva y un traje sastre rojo, casi tinto, como la sangre de Sandra. Estuvieron hablando con el traductor que se limitaba a asentir mientras miraba con ojos de lástima a Esteban, que seguía absorto en los colores de sus dedos.

- Esteban - Llamó Cipriano luego de que se abrió espacio entre la gente y tomó asiento frente a él - Acabamos de llamar a tus padres, están muy preocupados, no saben nada de ti. ¿Por qué no me cuentas un poco de tu visita a la ciudad del pecado?

- Vine a buscar a mi novia, Sandra, se vino a vivir aquí hace 4 meses, cuando yo todavía tenía 20 y no podía hacer nada de provecho en este jodido país. Teníamos un departamento en Guadalajara, cerca de El Teatro Degollado, pero las cosas se pusieron muy mal, tuvimos que dejar la escuela, incluso hubo días en los que no comíamos... Una mañana desperté y había una nota de ella diciendo que se venía a Las Vegas. Hablamos después por messenger y confesó todo, me ofreció disculpas por haberme dejado... La muy puta, y pues me contó que estaba trabajando de dealer en el casino del Caesars Palace. No quisimos terminar, creíamos que el amor lo podía con todo. Tan pendejos... Tuve que pedir prestado y venirme sin darle cuentas a nadie en cuanto pasó mi cumpleaños.

- Entiendo, ¿y qué sucedió después?

- Pues nada, de pronto terminé aquí, sin más recuerdo de mi novia que su sangre y hablando con un hombre de nombre ridículo que me dice 'hijo' como si me conociera de toda la puta vida.

- Tranquilo Esteban... Escucha, tus padres comentaron algo.

- Mis padres comentan hasta la biblia, señor ¿qué puede esperar?

- Respeto, por favor. Comentaron que estabas muy mal desde que Sandra te dejó, que incluso mencionaste que querías matarla. Esa confesión no te ayuda en nada estando en esta penosa situación, hijo. ¿Tienes algo que decir al respecto?

- No.

Cipriano se le quedó viendo unos segundos, y cuando Esteban volvió a clavar su mirada en la sangre de sus dedos, se paró de la mesa. 'He won't say anything... Yet' Le dijo a los policías, quienes a tomaron a Esteban por el cuello y con brusquedad, se lo llevaron a una celda sin decirle nada. Una vez ahí, comenzó a llorar y no paró durante las siguientes 6 horas, en las cuales aquellos policías gringos decidieron su futuro en base a las pruebas.

Dentro del baño donde se había cometido el asesinato, todo estaba limpio exceptuando la sangre en el espejo cuarteado y el cuerpo de Sandra en el piso. Los detectives empezaron a buscar pistas, y las encontraron...

Cuando la espera era ya insoportable, y la impotencia de no saber hablar inglés lo había hecho llorar más, llegó el grupo de gente que momentos antes lo había custodiado, y de nuevo fue escoltado al cuarto de la vez pasada. Cipriano, ahora con un carácter que delataba su molestia, se sentó frente a él de nuevo:

- Esteban, sabemos que no fuiste tú quien mató a Sandra...

- Te dije, viejo imbécil.

- ¿Conoces a un tal Fernando Ramírez?

- Sí, él me prestó parte del dinero para venirme.

- ¿Él sabía para qué querías el dinero?

- ¡Claro que no! el muy maricón estuvo siempre enamorado de Sandra, él fue el primero en alegrarse por la huida. No le iba a decir para qué planeaba usar su pinche dinero. ¿Qué chingados tiene que ver él en todo esto?

- Él mató a Sandra, encontramos sus huellas digitales en la chapa de la puerta y lo buscaron.

- HIJO DE PUTA, ¿dónde está? ¡LO VOY A MATAR! Y ME VALE MADRES. Me quitó lo que más quería en el mundo...

- Se suicidó Esteban, precisamente lo encontramos porque una camarera del hotel Wynn salió a tirar la basura y descubrió su cuerpo... Deshecho por la caída. ¿Qué hacías tú en el baño cuando mataron a Sandra?

- ¿Cómo me pregunta esto ahorita?

- Necesitamos saber.

- ... Sandra no sabía que yo estaba en Las Vegas, ni ella ni nadie, sólo el coyote que me pasó, supongo. Estuve varios días buscando algún camión que me trajera para acá, pero como no sé ni una mierda de inglés, me tardé mucho... Eso ya no importa, llegué y me fui directo al Caesars Palace, y encontré a Sandra besándose con alguien, nunca supe quién, y no hice nada al respecto... Los seguí, y se metieron al baño, sólo vi sus espaldas, ni siquiera sabía si era ella... Duraron un chingo de tiempo ahí, un chingo y yo no sabía qué hacer. Estuve dando vueltas por el casino intentando tranquilizarme, hasta que me harté, estaba hasta la madre de todo y fui al baño. Cuando entré, ella ya estaba muerta. Y nadie me dejó explicar nada. ¡PUTA MADRE!

- Necesito decirle todo esto a los policías, Esteban, pero... Aunque tú no la hayas matado, deberás permanecer un tiempo metido en la cárcel por haber llegado ilegalmente a Los Estados Unidos...

- ¿Y cree que me importa? Me vale madre todo, TODO ¿me escuchó?

Cipriano asintió pensativo y le contó la historia al grupo, que había estado escuchando inexpresivamente el relato de Esteban.
Cunado Ciprinao hubo terminado, abandonaron todos el lugar de nuevo y él se quedó ahí, solo, llorando de rabia. Levantó la vista y observó los espejos desde donde supuso, lo vigilaban. Sonrió maliciosamente y se levantó. Recordó la herida en la frente de Sandra y el espejo roto. Sin duda ese cabrón la había estrellado... Tomó vuelo y corrió hacia el vidrio, estrellándose. Como éstos estaban blindados, simplemente rebotaron, pero el estruendo alertó a todos los policías de la estación, quienes llegaron rápido y encontraron a Esteban en el piso, mareado y con unos ojos de malicia que sólo se les ve a los asesinos. Dentro del grupo de custodios que se abrieron paso, había un novato, que asustado, sacó la pistola de su pantalón y le disparó en el pecho a Esteban sin más. Aún estaba en entrenamiento y se le salió la situación de control. Sus compañeros quisieron impedirlo, pero era demasiado tarde...

Frente a los ojos de Esteban, se apareció Sandra, dándole la mano, al fin estaban juntos.

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